
Por Laura Mendoza
Vivimos en tiempos oscuros en materia de información. Irónicamente, cuando más información tenemos a nuestro alcance más desinformados estamos, porque la sobreinformación también es desinformación.
El acceso libre a internet en dispositivos móviles ha transformado la manera en que se genera y consume información. Hoy en día, todos somos generadores de contenido alimentando la base de datos que conforma la red. Es por ello que cada vez es más fácil convertirse en «reporteros ciudadanos» informando lo que ocurre alrededor pero, hay que tener muy en claro, que eso no nos convierte en periodistas
Me preocupa cada vez más leer publicaciones en las redes sociales que emulan el formato de noticia periodística sin serlo. Denuncias que aseveran que algo sucedió, fundamentándose en datos inventados que generan histeria colectiva, pánico e incluso reacciones agresivas en las personas que las consumen.
Es aquí donde entra la ética periodística, que es lo que distingue a un verdadero profesional de la información de quienes son simplemente creadores de contenido.
El periodista profesional tiene una responsabilidad social con su audiencia, pues su trabajo no solo consiste en difundir información ni resumir los hechos que ocurren en el día como si se tratara de la revisión de una agenda. No, el periodista deberá seleccionar aquellos que sean socialmente relevantes, comprobar su veracidad y contextualizarlos de manera que la audiencia pueda comprender y aprovechar esa información para las decisiones que tomará en el día a día. En un mar de desinformación, el periodismo ha de ser un salvavidas.
Desafortunadamente el gremio se ha visto golpeado en su credibilidad en los últimos años. El surgimiento de pseudoperiodistas que difunden irresponsablemente información tendenciosa o imprecisa —cada vez con mayor audiencia gracias a las redes sociales— aunado a gobiernos como el de Donald Trump, en Estados Unidos, y López Obrador en nuestro país, que han alentado un rechazo generalizado a la labor periodística solo por no alinearse a los ideales de sus administraciones, han reducido la imagen del periodista profesional a un simple mercenario de la pluma. Sin embargo, éste ha de continuar con su labor informativa, pese a los juicios, pese a la crítica y pese a los ataques. Así es este trabajo.
Es por eso que mi reflexión, quizá hasta con tintes de desahogo, invita a la ciudadanía a valorar el trabajo del periodista y a los compañeros del gremio los invito a no rendirse, a no olvidar esa responsabilidad que como comunicadores tenemos, no sucumbamos al periodismo amarillista solo por unas cuantas vistas. Nuestra labor es importante, tenemos una responsabilidad qué cumplir.
Gracias por llegar hasta aquí, soy su amiga Laura Mendoza.